Leyendo el muy recomendable Plomo en los bolsillos, de Ander Izaguirre, me he topado con una persona que merece ser mencionada en este blog. El ciclismo está plagado de historias increíbles y rocambolescas, de epopeyas agónicas y de rivalidades históricas. Sobre todo si atendemos a los primeros años de la bici, cuando se empezaba a profesionalizar y las carreras eran más una odisea para osados aventureros que un deporte como lo conocemos ahora.
El Tour de Francia es la carrera ciclista más prestigiosa del mundo, cuya primera edición tuvo lugar en 1903, nada menos que con un recorrido de más de 2400 km a realizar en solo seis etapas (es decir, una media de 400 km por etapa). Las condiciones de estos primeros ciclistas convertían las carreras en poco menos que una gesta heroica: bicicletas pesadísimas sin cambios, el estado de las carreteras de entonces, la prohibición de recibir ayuda o alimentos durante el recorrido, etc. Todo lo tenían que reparar ellos y tenían que buscarse la comida y bebida en tascas o fuentes. Es cierto que ya desde los primeros años existían equipos ciclistas que trasladaban en coche a los corredores hasta su hospedaje y les proporcionaban masajes y alimento. Luego estaban los isolés (en francés, aislados), una suerte de parias de la carrera que sobrevivían con la dieta de escasos francos que les daba la organización, sin ningún apoyo logístico y buscando algún premio aislado que les solventara su precaria economía unos meses.
Uno de estos isolés fue Jules Deloffre (Caudry, Francia, 1885) ciclista profesional que participó en 14 ediciones del Tour entre 1908 y 1928, interrumpido durante los años de la Primera Guerra Mundial, donde combatió en la Batalla de Verdún; en la brigada ciclista, claro. Esa longevidad deportiva supuso un record de participaciones durante décadas. Acumuló un buen palmarés ya que, aunque nunca consiguió grandes títulos, sí ganó algunas etapas del Tour e incluso en la edición de 1912 ganó la clasificación de isolés. También corrió otras grandes carreras de la época como la Paris-Roubaix, la Bordeaux-Paris o la Paris-Bruxelles.
Para aliviar las penurias que conllevaba ser ciclista profesional en aquellos años, Deloffre ofrecía un show al finalizar cada etapa, en la misma línea de meta, tras cientos de kilómetros y sin quitarse los tubulares: realizaba diferentes volteretas y acrobacias, como la vertical sobre una silla, y finalizaba con un salto mortal hacia atrás, ante un corrillo de maravillados espectadores, a los cuales luego pasaba la gorra, ganándose así un jugoso sobresueldo y el apodo de “El Acróbata”. De hecho, esta prima extra que recibía sería una de las motivaciones para participar en sus últimos Tour, cuando ya tenía entre 38 y 43 años y no disponía de las condiciones físicas para finalizar la prueba.
Deloffre, en Estrasburgo, tras acabar una etapa de 371 km en 16 horas, 10 minutos y 18 segundos
(Le Miroir des Sports, 1921, nº56)
Como relata Michel Duino en su libro Esto es el Tour de Francia (1955):
A cada llegada, realizaba saltos mortales para los asombrados espectadores.
¡Inaudito! -exclamaban los presentes-. Ser capaz de eso después de 300 km en las piernas, verdaderamente ¡es mejor que el circo!.
Luego, Deloffre pasaba junto a "su" audiencia, gorra en mano, y agradecía las aportaciones mientras cantaba "Le Petit Quinquin" o un estribillo de moda como: "Dolorosa es la mujer del dolor ...". Cuando no quería hacer acrobacias, con un sombrero de copa, vendía postales con su imagen. Para muchos franceses, el Tour era él ...”.
Posteriormente siguió muy ligado al ciclismo, regentó una tienda de bicicletas llamada Au Tour de France y participaba a las carreras cicloturistas de su zona. Fue, de hecho, en el trayecto a una de ellas, cuando sufrió un atropello mientras se desplazaba en su bicicleta y acabó falleciendo a causa de las heridas sufridas. Tenía 78 años y fue muy cerca de su ciudad natal, donde actualmente tiene una calle en su honor.
No he conseguido averiguar el origen de esta afición de Deloffre por las acrobacias circenses, si fueron motivadas por alguna experiencia en un circo o por simple diversión. Lo bueno es que se conservan algunas fotografías de estas maravillosas actuaciones y queda la imaginación para completar el resto del show.
Para saber más de Deloffre: