"Ponemos como fecha de inicio el 20 de agosto de 2000 porque fue la primera que reunimos un buen corro y recaudamos una gorra digna (3000 pesetas), antes solo fueron fracasos" recuerda divertida Marina Benites (Comodoro Rivadavia, Patagonia Argentina, 1981). Ella, junto a Rafa Dante Rúa (Sarmiento, Patagonia Argentina, 1979) forma la Compañía Chimirrurri, que acaba de celebrar su 20º aniversario, que se dice pronto. Y lo han hecho, cómo no, en la carretera, trabajando en un bolo.
Curtidos en los espectáculos callejeros y para público familiar, ellos explican que es donde más cómodos se sienten. "Nos gusta especialmente cuando vamos a los pueblos y salen absolutamente todos de sus casas para vernos, desde la más pequeña a la abuelita más anciana". Y subrayan lo impredecible y la frescura de actuar en calle: "te acerca mucho más al público, de hecho, la actuación pasa a depender del público, haciéndolo muy diferente de un teatro".
Y es que son 20 años donde han realizado incontables actuaciones en decenas de países, y que dan para miles de anécdotas, como la de su primera actuación real en el Parque del Retiro de Madrid, que recuerda Marina: "yo tocaba un djembé (que no sabía tocar) mientras Rafa hacía un número de diábolo, así empezaba nuestro 'espectáculo'. No se paró nadie y nos fuimos a casa con las manos vacías". O la rocambolesca historia que destaca Rafa: "Estábamos en 2002 en fiestas de Santander con nuestros amigos Tommy y Nati, nos pusimos a actuar en una calle cortada del barrio portuario. Ya teníamos un buen corro de gente cuando un conductor con claros signos de ebriedad quiso pasar por la calle, teniendo que apartarnos y llegando a atropellar una de nuestras mazas (que aún conservamos). Nos enfadamos mucho y el público nos ayudó a pararlo, yo me subí al capó con el amplificador a decirle cosas, él se puso a gritar y Marina acabó dirigiéndole un uppercut a través de la ventanilla abierta. Después se bajó y acabó viniendo la policía municipal (sus amigos, avisados por él y unos conocidos), y la policía nacional (avisada por nosotros). Al final acabamos Marina y yo en la comisaría de la policía local, sin multa eso sí, y él se fue de rositas".
Primeras actuaciones en El Retiro, año 2000
En este tiempo han superado dificultades como esos primeros bolos desastrosos o averías técnicas de lo más variado. También la vuelta de Rafa durante unos meses a su Argentina natal: "creía que era lo mejor para mí proyecto familiar en ese momento, pero después de un tiempo y de mucho sacrificio en el aspecto laboral decidí volver. Es increíble y admirable lo que tiene que hacer un/a artista para ganarse la vida en Sudamérica", comenta Rafa. Además han conseguido superar un reto aún más complicado: mantener la compañía pese a terminar su relación sentimental. "La verdad es que desde que no somos pareja nos llevamos mucho mejor" explica entre risas Marina. "Nosotros ya éramos grandes amigos antes, nos conocemos desde los 15 años. Llegó un momento en que nos dimos cuenta de que no funcionaba el tema pareja, pero decidimos seguir trabajando y poner por delante lo positivo que teníamos. No fue fácil, pero en el circo siempre hay un más difícil todavía".
Marina y Rafa se conocieron en la adolescencia mientras cursaban la carrera de teatro. Allí complementaron su formación con algo de acrobacia y malabares ya que "eran un recurso perfecto para el teatro callejero". Entonces Rafa sugirió ir a España, donde tenía familia lejana. "La idea original era a estudiar teatro, pero se complicó por temas económicos y de papeles". Haciendo semáforos y actuaciones de calle juntaron el dinero suficiente para los billetes de avión y aterrizaron en Madrid. "Cuando llegamos a Madrid veníamos con lo justo, y aunque buscamos trabajos varios (camareros, limpieza en oficinas, etc) en ninguna entrevista nos aceptaron, por lo que decidimos montar un espectáculo de calle", recuerda Marina.
Así comenzaron a acudir al Parque de El Retiro, lugar donde muchos artistas se han iniciado a lo largo de décadas. Fueron unas primeras actuaciones muy precarias: "No teníamos equipo de sonido, ni micrófonos, ni escenografía ni nada, y nuestros primeros ingresos invertimos para atraer a más gente". Al final consiguieron ser independientes económicamente con solo 19 y 21 años, y eso trabajando únicamente los fines de semana. "Eso sí, a las 6 de la mañana cogíamos el primer metro para tener el mejor lugar en el Reti y nos volvíamos a casa con 5 o 6 actuaciones hechas", aclaran.
Rafa y Marina, en una de sus primeras actuaciones en El Retiro, año 2000
"Después de un año de trabajar a la gorra en El Retiro nos enteramos de que existía una escuela de circo en Madrid llamada Carampa. No dudamos en hacer las pruebas de ingreso y nos admitieron". Así, durante dos años se formaron en esta escuela de circo, graduándose en 2003, a la que consideran ya parte de su familia. "Nuestro paso por Carampa está lleno de aprendizajes, de
recuerdos, de amigos y amigas y de mucho cariño. Desde el minuto 1 nos adoptaron y nos
trataron como familia, nos ayudaron con los papeles, etc. Faltarían páginas para
agradecer aquí lo suficiente todo lo que ha supuesto para nosotros Carampa". De hecho, fue gracias a estos apoyos y experiencia por lo que se asentaron en Madrid como base de operaciones durante unos años, aunque actualmente ya vivan en diferentes provincias.
Preguntados por el futuro de la compañía reconocen que la situación actual llena todo de incertidumbre, sabedores de que vienen meses duros para el sector, pero, como ellos mismos refieren "no le tenemos miedo, no es la primera crisis que vivimos, que ya tenemos unos añitos". Sus ganas de continuar en la brecha no disminuyen y ambos se encuentran en proceso de creación de nuevos espectáculos unipersonales y con muchas ideas para "cocinar la siguiente receta a dúo de la Cía Chimichurri". Estamos de suerte, queda salsa para rato.
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