Ocho, que se dice pronto. Ocho años
de blog, de malabares y tintas. Ocho años, como tentáculos de
cefalópodo (o de calamar malabarista), como ojos de araña. El ocho de la chulería, de la suerte
china, del infinito erguido, el de la bola de billar adivina.
A sus ocho años, creo que ya debo
asumir que el blog tiene este caminar cansado, como al que le aqueja
alguna dolencia. El principal achaque en este caso es el tiempo (el
horario, no el climatológico), concretamente la falta de él. Un
blog requiere mimo y cariño, y más si uno quiere llenarlo de
calidad. Eso se traduce en tiempo y éste, como todos sabemos va de
la mano con la prioridad. Uno dedica el tiempo que quiere a una cosa
en función sus prioridades, que van cambiando según la época. Por
suerte el blog siempre ha sido una de esas prioridades, con mayor o
menor protagonismo, pero ahí se mantiene. ¿Que me gustaría
dedicarle más tiempo y que siempre tengo algo que escribir en mente?
Cierto. ¿Que no siempre puedo hacerlo? Cierto también. No pasa
nada, ya voy comprendiendo que es su caminar, como ese andar
característico que define a algunas personas. No voy a torturarme
intentando que sea lo que no es, estamos aquí para aprender y
pasarlo bien. Asumo que es su forma de moverse y ya está, no pasa
nada. A veces correrá, a veces aminorará para coger resuello, no
importa, lo bueno es que sigue un camino y que, aunque no sé a dónde va, este me llena y me
satisface. Estoy disfrutando enormemente de este viaje, y más
sabiendo que hay gente que me acompaña y que también se deleita con
el paisaje.
De todo esto
me doy cuenta en este año 2017, en el que he comprendido muchas
cosas, el de los grandes cambios: el de asentar la convivencia, el de
la firma del papel que ratifica la vida en común con la persona que
quieres, en este caso pasando por un arco de mazas. El del nuevo
vehículo, cambio obligado cuando el previo decide que ya está
mayor. El de confirmar nuevos proyectos iberoamericanos que vendrán,
de esos maravillosos líos circenses en que uno se mete con
compañeros maravillosos, aunque no sepa bien cómo van a salir. Pero
hay proyectos que quedan siempre por encima de cualquier otro, porque
son en pareja y porque generan unas expectativas e ilusiones como
ningún otro, el verdadero cambio de vida.
Brindemos pues por los cambios, por
el circo, por los proyectos y por el futuro. Esto seguirá de una
forma u otra, por más cambios que se sucedan, y ustedes que los vean
y los vivan conmigo.
Porque ocho años no son nada,
¡Salud y mucho circo!