En el número 6 de la calle Fernando el Católico hay un pequeño y acogedor bar llamado "La Bruschetteria de Françoise". En él está Víctor Ortiz, más conocido como "Wilbur", junto con Carlos Such, amigo común. La idea era hacer una entrevista, pero con Wilbur no hay cabida para formatos encorsetados, su cabeza está desordenada, igual que su pelo rizado. La charla entre amigos deriva en un sin fin de anécdotas y risas. Víctor no es Wilbur, pero hay algo del personaje en él. En la distancia corta es tímido y tranquilo, pero para él es inevitable ver el lado gracioso de la vida y buscar la risa, propia y ajena.
Víctor Ortiz nace en Alicante en 1981. A los 5 años acaba de forma casual apuntado en el club de gimnasia artística de su ciudad. “Mi padre quiso meter a mi hermano en la gimnasia, mientras le hacían las pruebas de selección, yo hacía el loco en las escaleras, al final me cogieron a mí”, recuerda Víctor. Allí es entrenado por Javier Amado “mi segundo padre, lo veía más que a mi familia” y comienza a competir. Destacó en campeonatos nacionales, sobre todo en los aparatos de suelo, salto y barra. “Era un año menor que Gervasio Deferr, coincidíamos en los campeonatos. Él y Oriol Combarros eran ya los buenos en España, los guays. Yo solía llevarme oro o plata, pero cuando competían ellos no había forma; aunque ahora me llevo muy bien con 'Uri'”.
Reconociéndose como un gimnasta más técnico que físico, recuerda la dureza de un deporte como la gimnasia: “Exige muchísimas horas a la semana, de lunes a sábado, sacrificas muchos planes, siendo adolescente es duro. Yo ahora lo recuerdo con gracia, pero he llegado a llorar, sobre todo con las sesiones de flexibilidad; contaba las horas que quedaban para la siguiente sesión, era horrible”.
Su carrera deportiva le llevaba hacia el Centro de Alto Rendimiento en Madrid a los 16 años, pero una lesión y una selección algo enrevesada truncó este camino. “Me habían escrito del CAR de Madrid, llegué a tener la maleta preparada junto a la puerta de mi casa esperando la confirmación durante unos días. Hubo un rollo un poco raro y acabaron metiendo a un cubano, el caso es que al final me quedé sin mi oportunidad y dejé de competir. No me hundí, pero fue una noticia que me jodió”, recuerda el acróbata.
Como toda su vida había girado en torno al gimnasio, Víctor siguió yendo a entrenar. Allí estaban sus amigos y podía practicar break, “por esa época tenía varios vídeos de break-dance en VHS, me encantaba. Conocí a un chico que iba al gimnasio y hacía break, empecé a practicarlo y salir a bailar. La gente flipaba conmigo porque en seguida me salían todos los movimientos y porque era mucho más joven que ellos. La base que da la gimnasia te permite aprender rápido”. Así es como comienza a fusionar las acrobacias y el break, grabándose en una pequeña cámara para luego analizarse. Es ahí cuando decide recopilar todos sus movimientos y sacar un vídeo en Youtube en 2006 llamado 'Acrobacias y acrosport', con miles de visitas (ver su canal de vídeos).
Es en esa época cuando se encuentra con 'Piti' (José Ignacio Úbeda), un malabarista de Donyet Ardit que entrenaba allí y con el que hizo buenas migas. Así conoce el circo y Piti se lo lleva a hacer bolos (actuaciones) con él. Pero mientras descubría este nuevo mundo Víctor intentaba ganarse la vida: “nunca fui un buen estudiante, era muy disperso, de hecho lo sigo siendo, me pasaba las clases dibujando”; por lo que empieza a mirar salidas laborales “trabajé un verano de carnicero en el Mercado Central, en un puesto de una prima de mi padre, fue divertido, pero creo que me pagaron en total 1000 pesetas o algo así”, recuerda entre risas. “Después acabé en una farmacia, de repartidor, me saqué la FP de auxiliar de farmacia y entregaba los pedidos con mi Kangoo, estuve así 3 años. Era la época que comenzaba a actuar con Piti y con alguna empresa de animación, llegó un momento en que no podía compaginar todo”. Entonces Víctor se dio cuenta de algo importante: “lo de la farmacia no era lo que quería ser y lo dejé; por azar descubrí una vocación, el circo, y no volví a buscar otros trabajos”.
El nombre de Wilbur nace en Elche, en el festival Elx al Carrer, en uno de los bolos de Piti. “Una hora antes del espectáculo no sabíamos qué ibamos a hacer, y Piti se dio cuenta que no tenía nombre artístico. 10 minutos antes de salir a escena comencé a leerle todos los folletos y panfletos que teníamos cerca, decía un nombre y le miraba y él negaba con la cabeza. En un momento dado leí Wilbur (creo que de un equipamiento de sonido) y asintió, poco convencido. En el show dijo mi nombre un millón de veces y como había amigos viéndonos todo el mundo comenzó a llamarme así. Al final le he cogido cariño al nombre y me gusta”.
Es en esa época en la que conoce a Antonio Gómez, otro 'machaca' de gimnasio con el que congenió desde el principio. “Es mi mejor amigo, nos dedicábamos a entrenar como bestias en el gimnasio haciendo acrosport. Él siempre ha sido muy deportista y muy fuerte, de hecho me portaba a mí y en cierta forma me cuidaba, porque tenía la cabeza más cuadriculada que yo. Me ha salvado de más de una caída y de más de una pelea. Fuimos al primer campeonato de España de acrosport en Salamanca y lo ganamos”. Antonio se fue a Madrid a estudiar Ingeniería de Caminos y dejó el circo, pero la amistad permanece, “hemos compartido piso varias veces, de hecho ahora volvemos a vivir juntos”, afirma (nota: se le puede ver junto a él en esta gala del III Encuentro de Malabaristas de Alicante).
Enamorado de la sensación de libertad que transmite el circo, en contraposición con la rigidez de la gimnasia, Wilbur va aprendiendo a base de observar y de probar en escena, sin ir a cursos ni escuelas. Hacer reír era lo que más le atraía, “siempre me ha gustado hacer el tonto, a mi entrenador lo tenía frito con mis bromas. En el circo podía desarrollar mucho esa parte, la del payaso, ya que la base técnica ya la tenía de sobra”.
Cansado de la escasez de trabajo levantina, decide probar suerte en Madrid en 2008. Allí conoce a David Morales “El Capitán Maravilla” y se integra en su espectáculo Mono A Mono B. Una época difícil ya que, tras dedicar un año de preparación y montaje, jugándose los ahorros, el espectáculo sale de gira en 2010, en plena crisis. Pese a ello van a muchos festivales y triunfan, “era un show muy potente, diferente, frenético, dos locos vestidos de monos, con mucha referencia a películas y conectando muy bien en escena. Al público le encantaba, lástima que costara tanto de mover y montar, llegamos a comprar un camión para poder transportar todo”. Del Capitán Maravilla sigue aprendiendo técnica del humor y es él el que le recomienda hacer un espectáculo en solitario. Nace así “Piensa en Wilbur”, primero como número de 10 minutos para galas, luego como show de 1 hora.
Habiendo dejado Mono A y Mono B en 2014, ese año presenta de forma inesperada una gala de circo en el CircArte de Alicante, que funciona. “Después vino el EUCIMA (Encuentro Universitario de Circo de Madrid) me piden presentar su gala. Yo había actuado en 2012 allí en solitario, pero me dijeron que quería que presentara y me lancé; la sorpresa es que era en el Price y ante 900 personas. Me lo preparé con tiempo y para mí fue brutal, una gran experiencia, creo que gustó mucho”. La multitud de galas y eventos que ha presentado posteriormente dan fe de su éxito como presentador, un papel que no tenía planeado, “me gusta mucho, pringas y tienes responsabilidad, pero tienes mucha libertad, me encanta presentar”.
Cuando se le pregunta por aficiones fuera del circo, Víctor responde sin dudarlo, “me gustan los números de humor, sobre todo el absurdo; sigo viendo vídeos de break-dance; me relaja mucho pintar y me gustan las películas, sobre todo los thrillers y las antiguas. Los genios clásicos como Chaplin, los hermanos Marx o el Gordo y el Flaco me fascinan. Nos creemos que ahora la gente está inventando muchas cosas y hace 80 años se hacían barbaridades geniales”. Pese a que su personaje es un bailón empedernido, reconoce que le cuesta bailar en serio, “es curioso, he bailado tanto haciendo el tonto que bailar en serio me da vergüenza, aunque me guste. Eso sí, en pareja soy un desastre bailando, lo mío es más en individual, aunque siempre acabe haciendo el idiota”. Y se reconoce enamorado, pero de Flow “es mi perro, un Staffordshire Bull Terrier negro, muy social y más simple que un cubo, me encanta”.
Mirando al futuro, Víctor está planeando un nuevo show largo en solitario. “Me voy a vivir a la Sierra para crearlo allí con tranquilidad mientras continúo el show actual. Quiero centrarme más en el clown, sin tanto texto, aunque usando acrobacias mientras me permita el cuerpo. No quiero alejarme de Wilbur, que es un personaje que funciona”. Actualmente ha entrado a formar parte de Clandestino, adult cabaret, en el recién estrenado Gran Teatro Príncipe Pío de Madrid.
Antes de despedir la entrevista, Víctor reflexiona sobre el circo: “a actuar se aprende actuando y te tiene que ver gente. Soy muy lanzado pero en ocasiones es muy duro, yo me he llegado a quedar en el coche sin poder salir antes de mi primera actuación en solitario en el Retiro. Los comienzos son difíciles, eres muy malo y comes mucha mierda, pero vas aprendiendo y te acabas haciendo bastante lanzado. Es una profesión muy bonita y muy dura”.
Víctor Ortiz nace en Alicante en 1981. A los 5 años acaba de forma casual apuntado en el club de gimnasia artística de su ciudad. “Mi padre quiso meter a mi hermano en la gimnasia, mientras le hacían las pruebas de selección, yo hacía el loco en las escaleras, al final me cogieron a mí”, recuerda Víctor. Allí es entrenado por Javier Amado “mi segundo padre, lo veía más que a mi familia” y comienza a competir. Destacó en campeonatos nacionales, sobre todo en los aparatos de suelo, salto y barra. “Era un año menor que Gervasio Deferr, coincidíamos en los campeonatos. Él y Oriol Combarros eran ya los buenos en España, los guays. Yo solía llevarme oro o plata, pero cuando competían ellos no había forma; aunque ahora me llevo muy bien con 'Uri'”.
Reconociéndose como un gimnasta más técnico que físico, recuerda la dureza de un deporte como la gimnasia: “Exige muchísimas horas a la semana, de lunes a sábado, sacrificas muchos planes, siendo adolescente es duro. Yo ahora lo recuerdo con gracia, pero he llegado a llorar, sobre todo con las sesiones de flexibilidad; contaba las horas que quedaban para la siguiente sesión, era horrible”.
Su carrera deportiva le llevaba hacia el Centro de Alto Rendimiento en Madrid a los 16 años, pero una lesión y una selección algo enrevesada truncó este camino. “Me habían escrito del CAR de Madrid, llegué a tener la maleta preparada junto a la puerta de mi casa esperando la confirmación durante unos días. Hubo un rollo un poco raro y acabaron metiendo a un cubano, el caso es que al final me quedé sin mi oportunidad y dejé de competir. No me hundí, pero fue una noticia que me jodió”, recuerda el acróbata.
Como toda su vida había girado en torno al gimnasio, Víctor siguió yendo a entrenar. Allí estaban sus amigos y podía practicar break, “por esa época tenía varios vídeos de break-dance en VHS, me encantaba. Conocí a un chico que iba al gimnasio y hacía break, empecé a practicarlo y salir a bailar. La gente flipaba conmigo porque en seguida me salían todos los movimientos y porque era mucho más joven que ellos. La base que da la gimnasia te permite aprender rápido”. Así es como comienza a fusionar las acrobacias y el break, grabándose en una pequeña cámara para luego analizarse. Es ahí cuando decide recopilar todos sus movimientos y sacar un vídeo en Youtube en 2006 llamado 'Acrobacias y acrosport', con miles de visitas (ver su canal de vídeos).
Es en esa época cuando se encuentra con 'Piti' (José Ignacio Úbeda), un malabarista de Donyet Ardit que entrenaba allí y con el que hizo buenas migas. Así conoce el circo y Piti se lo lleva a hacer bolos (actuaciones) con él. Pero mientras descubría este nuevo mundo Víctor intentaba ganarse la vida: “nunca fui un buen estudiante, era muy disperso, de hecho lo sigo siendo, me pasaba las clases dibujando”; por lo que empieza a mirar salidas laborales “trabajé un verano de carnicero en el Mercado Central, en un puesto de una prima de mi padre, fue divertido, pero creo que me pagaron en total 1000 pesetas o algo así”, recuerda entre risas. “Después acabé en una farmacia, de repartidor, me saqué la FP de auxiliar de farmacia y entregaba los pedidos con mi Kangoo, estuve así 3 años. Era la época que comenzaba a actuar con Piti y con alguna empresa de animación, llegó un momento en que no podía compaginar todo”. Entonces Víctor se dio cuenta de algo importante: “lo de la farmacia no era lo que quería ser y lo dejé; por azar descubrí una vocación, el circo, y no volví a buscar otros trabajos”.
Wilbur (D) medallista junto a Javier Amado (2ºD) |
El nombre de Wilbur nace en Elche, en el festival Elx al Carrer, en uno de los bolos de Piti. “Una hora antes del espectáculo no sabíamos qué ibamos a hacer, y Piti se dio cuenta que no tenía nombre artístico. 10 minutos antes de salir a escena comencé a leerle todos los folletos y panfletos que teníamos cerca, decía un nombre y le miraba y él negaba con la cabeza. En un momento dado leí Wilbur (creo que de un equipamiento de sonido) y asintió, poco convencido. En el show dijo mi nombre un millón de veces y como había amigos viéndonos todo el mundo comenzó a llamarme así. Al final le he cogido cariño al nombre y me gusta”.
Es en esa época en la que conoce a Antonio Gómez, otro 'machaca' de gimnasio con el que congenió desde el principio. “Es mi mejor amigo, nos dedicábamos a entrenar como bestias en el gimnasio haciendo acrosport. Él siempre ha sido muy deportista y muy fuerte, de hecho me portaba a mí y en cierta forma me cuidaba, porque tenía la cabeza más cuadriculada que yo. Me ha salvado de más de una caída y de más de una pelea. Fuimos al primer campeonato de España de acrosport en Salamanca y lo ganamos”. Antonio se fue a Madrid a estudiar Ingeniería de Caminos y dejó el circo, pero la amistad permanece, “hemos compartido piso varias veces, de hecho ahora volvemos a vivir juntos”, afirma (nota: se le puede ver junto a él en esta gala del III Encuentro de Malabaristas de Alicante).
Enamorado de la sensación de libertad que transmite el circo, en contraposición con la rigidez de la gimnasia, Wilbur va aprendiendo a base de observar y de probar en escena, sin ir a cursos ni escuelas. Hacer reír era lo que más le atraía, “siempre me ha gustado hacer el tonto, a mi entrenador lo tenía frito con mis bromas. En el circo podía desarrollar mucho esa parte, la del payaso, ya que la base técnica ya la tenía de sobra”.
Cansado de la escasez de trabajo levantina, decide probar suerte en Madrid en 2008. Allí conoce a David Morales “El Capitán Maravilla” y se integra en su espectáculo Mono A Mono B. Una época difícil ya que, tras dedicar un año de preparación y montaje, jugándose los ahorros, el espectáculo sale de gira en 2010, en plena crisis. Pese a ello van a muchos festivales y triunfan, “era un show muy potente, diferente, frenético, dos locos vestidos de monos, con mucha referencia a películas y conectando muy bien en escena. Al público le encantaba, lástima que costara tanto de mover y montar, llegamos a comprar un camión para poder transportar todo”. Del Capitán Maravilla sigue aprendiendo técnica del humor y es él el que le recomienda hacer un espectáculo en solitario. Nace así “Piensa en Wilbur”, primero como número de 10 minutos para galas, luego como show de 1 hora.
Habiendo dejado Mono A y Mono B en 2014, ese año presenta de forma inesperada una gala de circo en el CircArte de Alicante, que funciona. “Después vino el EUCIMA (Encuentro Universitario de Circo de Madrid) me piden presentar su gala. Yo había actuado en 2012 allí en solitario, pero me dijeron que quería que presentara y me lancé; la sorpresa es que era en el Price y ante 900 personas. Me lo preparé con tiempo y para mí fue brutal, una gran experiencia, creo que gustó mucho”. La multitud de galas y eventos que ha presentado posteriormente dan fe de su éxito como presentador, un papel que no tenía planeado, “me gusta mucho, pringas y tienes responsabilidad, pero tienes mucha libertad, me encanta presentar”.
Cuando se le pregunta por aficiones fuera del circo, Víctor responde sin dudarlo, “me gustan los números de humor, sobre todo el absurdo; sigo viendo vídeos de break-dance; me relaja mucho pintar y me gustan las películas, sobre todo los thrillers y las antiguas. Los genios clásicos como Chaplin, los hermanos Marx o el Gordo y el Flaco me fascinan. Nos creemos que ahora la gente está inventando muchas cosas y hace 80 años se hacían barbaridades geniales”. Pese a que su personaje es un bailón empedernido, reconoce que le cuesta bailar en serio, “es curioso, he bailado tanto haciendo el tonto que bailar en serio me da vergüenza, aunque me guste. Eso sí, en pareja soy un desastre bailando, lo mío es más en individual, aunque siempre acabe haciendo el idiota”. Y se reconoce enamorado, pero de Flow “es mi perro, un Staffordshire Bull Terrier negro, muy social y más simple que un cubo, me encanta”.
Mirando al futuro, Víctor está planeando un nuevo show largo en solitario. “Me voy a vivir a la Sierra para crearlo allí con tranquilidad mientras continúo el show actual. Quiero centrarme más en el clown, sin tanto texto, aunque usando acrobacias mientras me permita el cuerpo. No quiero alejarme de Wilbur, que es un personaje que funciona”. Actualmente ha entrado a formar parte de Clandestino, adult cabaret, en el recién estrenado Gran Teatro Príncipe Pío de Madrid.
Antes de despedir la entrevista, Víctor reflexiona sobre el circo: “a actuar se aprende actuando y te tiene que ver gente. Soy muy lanzado pero en ocasiones es muy duro, yo me he llegado a quedar en el coche sin poder salir antes de mi primera actuación en solitario en el Retiro. Los comienzos son difíciles, eres muy malo y comes mucha mierda, pero vas aprendiendo y te acabas haciendo bastante lanzado. Es una profesión muy bonita y muy dura”.
Gracias a Carlos Such por ayudar en esta entrevista
Fotografías cedidas por Víctor "Wilbur" Ortiz
Wilbur, eres genial!
ResponderEliminarUn geniooo!!!
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