En el número 31 de la revista Zirkólika (invierno 2011), el gran Raffaele de Ritis escribe un interesantísimo artículo titulado: "La mayor atracción jamás presentada", Los paradójicos parasitismos paracircenses.
En dicho artículo, de Ritis desgrana, con su habitual erudición, la diversidad de espectáculos que han llegado a acoger las carpas durante estos escasos 150 años de historia circense. Aborígenes australianos lanza-bumeranes, imitadores de animales de granja, niños prodigio, fenómenos como siameses o mujeres barbudas, representaciones de batallas de la guerra de Secesión americana, una de las primeras bombillas de Edison, fieras exóticas, saltadores al vacío, mujeres contra tiburones, hombres comelo-todo o el primer cinematógrafo. Todo eso ha sido acogido bajo una carpa de circo, sobre todo en sus primeros años. ¿Podemos, por tanto, definir lo que es circo y lo que no? Parece complejo.
Los espectáculos de circo nacieron mucho antes que la propia carpa. Los humanos siempre nos hemos sentido fascinados por las habilidades que se salen de lo común. El circo simplemente reunió varios espectáculos de lo más variopinto y los agrupó en una sola sesión. Al circo va ligado el asombro, la novedad, "el más dificil todavía"; bajo la forma que sea.
Ahora bien, ¿hay espacio bajo una carpa para cualquier espectáculo? Parece lógico pensar que no. Tradicionalmente las "artes mayores" han estado algo excluidas de este medio, como la danza o la música (entendida como "música culta", no un acompañamiento). Eso relegaba al circo a un espectáculo popular, del pueblo llano, una forma de acceder a las maravillas del mundo, ya fueran animales, novedades tecnológicas o grandes artistas como Rastelli. Es como si el circo fuera, pues, un arte menor, de andar por casa, del populacho. ¿Cómo encaja eso con que en los primeros años del Price, cuando era estable, fuera la aristocracia el público fiel de ese circo, si los espectáculos eran los mismos? ¿por qué el festival de circo más importante del mundo es una inciativa de una de las monarquías más exclusivas?.
Los años han pasado, el circo ha ido esculpiendo su camino y a algunos se les ha llenado la boca con el "eso no es circo". Poco a poco se va acotando y apareció una corriente que comenzó a mezclarse con hermanos mayores como la danza o el teatro, y que decidió que el circo era un medio de expresión tan válido o más que éstos, por su peculiar diversidad, por su falta de barreras. Las escuelas de circo surgieron a la par y se volcaron en este movimiento, pidiéndole al circo algo más que el simple hecho de mostrar y creando un camino casi paralelo al de los circos tradicionales.
Esta nueva concepción se dió en llamar "nuevo circo", o "circo contemporáneo", términos vacíos que se siguen usando 20 años después (¿Cuándo deja algo de ser contemporáneo?), por diferenciarse del (también) mal llamado "circo clásico"; como si éste fuera vergonzante o supusiera un complejo de inferioridad. ¿Es lógico que ahora todo espectáculo con animales quede proscrito?, bueno, este apartado es para debatir por separado, y yo, la verdad, no tengo muy clara mi posición (como ya comenté en esta entrada).
Esta corriente de modernidad, que en su origen parecía abrir un mundo infinito de posibilidades al circo, también está cometiendo los mismos errores, al acotarse a sí misma a ciertas disciplinas y rechazar de plano todo aquello que huela a "clásico" (como dejan ver en este artículo de El tambor de hojalata). Puede que ahora haya menos variedad de disciplinas circenses, aunque en cada una de ellas se ha investigado mucho más, en esa obsesión que parece haber con la búsqueda de "algo nuevo".
La técnica circense como medio para expresar supuso una ruptura brutal con lo establecido, pero se peca de tergiversar esa idea. El problema está cuando se olvida la técnica y, además, se ofrece un espectáculo pobre en calidad y contenido, pero que se aloja bajo el paraguas de lo "contemporáneo" para justificarse. Da la impresión que mostrar técnica esté pasado de moda. El camino parece llevar a personajes vestidos de calle, a poder ser con gran sufrimiento interior, iluminación escasa y mensaje de dificil interpretación. Pero, oh, si no lo entendemos es que es muy "conceptual" y moderno, y nosotros demasiado llanos.
El circo está ligado a un público, y no podemos olvidarlo. Él es, en última instancia, el que va a determinar con el paso de los años, lo que es válido y lo que no. Ni lentejuelas rancias sobre animales tristes, ni espectáculos aburridos e incomprensibles supuestamente profundos. Por suerte, esta absurda división, que parecía insoluble, entre "circo moderno" y "circo clásico" parece comenzar a difuminarse en algunos puntos. Partiendo de lo ilógico de cerrar el circo exclusivamente a estas dos posturas, como si de agua y aceite se trataran, hay voces que aúnan almunos de escuela entre las caravanas y artistas que recuperan números olvidados.
La carpa es muy grande para cerrarla, está en plena adaptación, en pleno amoldamiendo expansivo. La capacidad de acoger esa pluralidad de espectáculos y darles a todos un toque especial no puede ser desaprovechada. Esperemos que el público se haga más exigente, sin olvidar lo popular de su inicio, que las mentes sigan abiertas, que los artistas piensen cada vez más qué es lo que quieren mostrar/hacer y que el circo siga creciendo y sorprendiéndonos bajo el chapitó.
Qué buena reflexión. La comparto! Anónima
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