De forma muy lenta, desde el suelo y con extrañas contorsiones, gestos y acrobacias acompañadas por una música repetitiva y machacona. Así se van presentando los artistas, haciendo temer que vamos a presenciar una obra de circo-teatro conceptual que tanto abundan y nos retrotraen a los teatros de finales de los sesenta. Pero por suerte Circa va cogiendo ritmo y lo va metiendo en el cuerpo de los espectadores. Los siete acróbatas se atreven con todo: mano a mano, torres humanas, portes, verticales, acrobacias de suelo, etc. Artistas completos que han coreografiado al extremo su puesta en escena y el dinamismo de entradas y salidas es impresionante. Invitan a la audiencia a presenciar una danza acrobática despojada de artificios pero conjuntada con unos recursos audiovisuales sabiamente aprovechados que arriesga y gana.
Logran ponerte en pie al ir subiendo la intensidad y complejidad de sus acrobacias, grupales o en solitario, que llegan a un cénit a mitad de espectáculo. Juegan con las esculturas que forman sus cuerpos, con las posturas adoptadas, los originales balanceos y los vuelos imposibles que sacan exclamaciones y que terminan de enganchar a la audiencia. Es el momento álgido y el que les permite que el público sea cómplice el resto de la obra. Ya que en Circa también hay tiempo para pausas y silencios, para juegos chasqueando dedos colectivamente y para el humor, sonrisas necesarias que brotan por lo bizarro (hay un globo de modelar y orificios corporales implicados, no diré más) o por lo simple de la propuesta, como los juegos de dedos y verticales o unos portes poco académicos.
La segunda mitad sí tiene una estructura más definida donde podemos ver un espectacular número de cintas aéreas, un trapecio fijo a dúo, unas acrobacias con tacones cercanas al sadomaso o un mano a mano con toques de humor. El vals à mille temps de Jaques Brel nos acompaña en un impresionante número de hula hops que vuelve a levantar la obra, si es que alguna vez había caído.
Circa termina como empezó, con coreografías acrobáticas donde la facilidad de ejecución y la elegancia son insultantes, danza y poesía en la expresión corporal que hicieron ponerse al público en pie para despedir a los artistas durante un largo rato. Merecidos los aplausos para esta valiente apuesta; a veces la simpleza, bien ejecutada, basta.
Artículo escrito para la revista Zirkólika (núm. 29)
Otros enlaces:
- Página oficial de la compañía.
- Crónica en Madrid.org
- Crítica en El País por Javier Vallejo.
- Vídeo más largo para los que no puedan disfrutar del espectáculo.
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