Tengo un amigo
aficionado al circo.
“Vaya novedad”, pensaréis algunos. Tenéis
razón, no es el único. Lo que me ha impulsado a
escribir sobre él ha sido su trayectoria, que comienza de una forma que me resulta familiar. Él también se fue de su
casa y su ciudad para estudiar una carrera en Madrid, acaba en un
colegio mayor y se topa con el circo por casualidad. Comienza, como
casi todos, atraído por los malabares, aprendiendo los trucos
básicos y divirtiéndose con los avances.
Se entusiasma y conoce
a otro entusiasmado, y juntos forman una dupla muy afín con la
capacidad de echar a volar la imaginación y no ver como irrealizable
ningún objetivo. Revolucionan el Aula de Circo y acaban organizando
el EUCIMA, arrastrando a los demás con una sonrisa a realizar sus
objetivos imposibles.
Por el camino va
dejando de lado los malabares y se va interesando en la acrobacia y
en las verticales. Recurre a un estricto e imitable profesor ruso
para iniciarse y, a partir de ahí, decide caminar por su cuenta (con
las manos, claro). Se empapa de vídeos y de consejos y se marca, con
disciplina espartana, unos entrenamientos con el único fin de
mejorar. Obvia unas limitaciones innatas y las supera, como siempre
ha hecho, a base de tesón, hasta quedar reducidas a una anécdota.
La mejora es progresiva
y no pasa inadvertida. Los halagos se suceden y él los usa como estímulo, sabedor de que ha escogido el buen camino. Él sigue empeñado en mejorar y medrar. Los vídeos y los manuales de acrobacia siguen pasando por sus ojos, mientras su espalda se va ensanchando y y sus objetivos se elevan. Recoge sus frutos en forma de un bonito número
con una gimnasta, con el que muchos se conformarían.
Decide que es hora de montar algo él solo, pero en su cabeza el número tiene una forma y sabe que no la puede construir sin una buena base técnica. Y de eso le sobra, como buen alumno soviético tiene los pasos muy bien marcados: si en un escalón una cosa no sale perfecta y "como debe ser", no se pasa al siguiente. Los allegados descubrimos que tras esa disciplina hay una cabeza con muy buen gusto para crear números, capaz de aprovechar sus recursos y lucirlos en escena, primero con un número en el que se harta a leer y otro en el que cumple su sueño de ser verticalista. Esa creatividad también hace que rechace "fijar" un número, siempre cambiante, siempre añadiendo y quitando elementos, como si eso supusiese hacer un alto en su camino, cosa que no desea por nada en el mundo.
Y pasan dos años desde que comienza a subir las piernas, y el recorrido ya es muy largo. Por el camino pasa por una compañía amateur de circo con su eterno compañero, por un concurso de talentos y por varias galas, entre ellas la del encuentro que organiza, logrando que el público se levante al verlo.
Como no ha descuidado su carrera ahora cambia de aires y empieza su nueva etapa, en paralelo a las verticales, en otra ciudad. Su cabeza sigue llena de ideas y su cuerpo está cada vez más especializado.
Joder Iván, vaya
numerazos has montado, espero que sigas creciendo y que mucha más gente pueda disfrutarlo
en directo.
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